Por un instante me llega el rumor del viento entre los pinos en esta noche cálida de julio. Entre sus insultos y exabruptos, cierro los ojos, mientras oigo el canto ardoroso de las cigarras.
Recuerdo que de joven, en noches de verano, después de una dura jornada de siega, en noches estrelladas y cálidas como ésta, sentado en el banco de piedra a la puerta de la casa de mis padres, deseaba con ansiedad hablar con alguien que soñara como yo, con un alma sincera y honrada con la que compartir lo que sentía dentro de mí. Eran sueños de juventud que la vida truncó trágicamente, de un tiempo que no fue mi tiempo.
Y pensé en aquellos que me habían denunciado: la envidia que todo lo corroe. Y ahora los tenía delante. Los miró de frente, a sus ojos. Se sintió desguarnecido, perplejo. Una vez más brotó el asombro en su mirada serena. Entonces recordó a su hija, a su tierna hija. La vio sola. Y ahora sí, su rostro se ensombreció. La luna filtraba su luz entre la espesura sombría de las encinas que bordeaban el camino. Los otros eran siniestras sombras en la noche negra.
Desde el fondo de la vega cercana asciende un viento cálido y fresco, por un momento, cierro los ojos una vez más y oigo el canto de una codorniz.
Las palabras de los otros, desde que detuvieron el camión a la orilla de la carretera, apenas si las percibía, eran frases inconexas. Además, ahora, solamente pensaba en ella, en su hija, en su niña, ¡ay amor, amor, amor! Quería estar con ella aunque únicamente fuera desde el recuerdo de la última noche en que estuvieron juntos.
Antes que llegue la noche fría Antes que llegue la noche helada
Despiértalos luna de julio Despiértalos noche estrellada
¡Despertadlos!
Y que esta noche se quede grabada en todos los testigos mudos Que lo recuerde la lechuza blanca Que lo recuerde la noche estrellada Que lo recuerden las hojas de la encina aceradas
¡Despertadlos!
Y que no cese el canto profundo de las cigarras
A TNA, In memoriam
… con el alma en vilo nos tienes…