Posts Tagged ‘Quintana del Pidio’
AL OTOÑO (2): LLANTO POR UNA ALAMEDA
Posted in Árboles y plantas, Castellanoandantes, Reflexiones, tagged álamos, Epicúreos, Quintana del Pidio on 24 septiembre, 2012| Leave a Comment »
Semana Santa en Quintana del Pidio: Versos de pasión y gloria
Posted in Gastronomía, Tradiciones, tagged discípulos, pajarillas, Quintana del Pidio, Semana santa on 3 abril, 2010| 1 Comment »
Hora cercana de fiesta. Atrás quedó la ascética cuaresmal. Ha llegado, entre pasión y gloria, la Semana Santa. Un silencio quedo, arreciado por los últimos cierzos invernizos, recorre lastimeramente las calles de Quintana del Pidio. Todo invita al recogimiento: los altares de la iglesia, tapados; las campanas, ausentes hasta la mañana florida de Pascua; las mujeres, preparando las pajarillas en los hogares; los hombres, probando la limonada por las bodegas.
Pero, a pesar de la austeridad castellana, el pueblo adquiere colorido, y hasta un cierto jolgorio. De casa en casa se van aproximando los Discípulos. Entonan, a media voz, pues estamos en Semana Santa, aquello de “a pedir venimos, tengan buenos días, que a Jesús traemos…”. Una vez más admiramos la mezcolanza entre tradición cristiana y folklore popular.
Fruto de una piedad barroca, con tintes grandilocuentes y dramatizaciones teatrales, en Quintana ha pervivido la historia. Un grupo de niños desplaza a los discípulos del Señor, para hacer más teatral la vivencia de la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret.
Durante el Jueves y el Viernes Santo, por la mañana, a pedir por las casas. Con lo obsequiado por las gentes se hará la merienda pertinente. Por las tardes, antes de los Oficios, a dar las primeras y las segundas y las terceras, matraqueando sin parar con las carracas, en aviso de convocatoria para los lugareños.
El Jueves Santo, en la misa, allí, en sitio de honor, con sus túnicas doloridas por el morado y la corona hecha de pálidas hojas verdes de yedra, tomadas en el Arroyo de la Renta; hay que representar el lavatorio de los pies, como hizo el Maestro con sus discípulos.
Tanto el Jueves Santo como el Viernes Santo deberán acompañar los pasos e ir cantando lúgubremente las canciones típicas en las procesiones; cada uno, para darlo más dramatismo, portará a la vista de todos (vista oscurecida al caer de la tarde) algunos de los elementos de la pasión: los clavos, la corona de espinas…
Sin embargo, al fin clarea la mañana de Pascua. “Vaya afuera ese velo de la tristeza que ya viene tu Hijo con ligereza” se canta enternecidamente a la Virgen de los Olmos, mientras cambia su vestido de duelo por otro refulgente. Al igual que lo hacen los discípulos, adornados de un blanco deslumbrante. Hoy, en esta mañana florida, las canciones han cogido otro tono: es la alegría de la Pascua de Resurrección.
Y allí están los discípulos, para «echar el Verso». Cada cual recordará de forma ágil y sencilla los principales rasgos de su discípulo. Los abuelos, nerviosos, mientras piden en su interior que “arranque” bien el nieto, pues una vez arrancados, la nemotécnica los facilitará su adecuada proclamación.
Antaño, con un fin pedagógico de cara a la instrucción y el recuerdo de los fieles cristianos que revivían su pasión y gloria; hoy, con tintes más culturales en el acervo colectivo de un pueblo de la Ribera del Duero.
En fin, que es la Pascua, y hay que celebrarlo. Todos al vermut, que después esperan en las mesas el cordero pascual y los mejores vinos de la cosecha. (Cuadernos del Salegar)
“Eucaristía” a Miguel Delibes desde Quintana del Pidio
Posted in Castellanoandantes, tagged Delibes, Quintana del Pidio on 13 marzo, 2010| 1 Comment »
Está visto que mi modesto homenaje a Miguel Delibes se basa en servir de soporte a las ideas de los demás desde este blog. Lo digo porque ahora me llega un correo en el que se me dice » Te adjunto un archivo para, si lo consideras oportuno, adjuntarlo al blog», así que accedo a la petición aunque tenga que «pisarme» mi post, que encabezaba el blog.
Sabíamos, hace tiempo ya, que a Miguel Delibes le había salido La hoja roja del librillo del papel de liar los cigarrillos. A él, que tanto había pegado la hebra en sus diálogos cercanos y personales, podría parecer que le han cortado la hebra de la vida. Lo lógico sería que quienes le admirábamos les escribiéramos una elegía. Podríamos comenzar, en pura paráfrasis a Miguel Hernández, diciendo: “En Castilla, tu tierra y la mía, nos ha dejado Miguel Delibes…”. Pero me sospecho que a este castellano universal de pro no le agradaría. Y no soy yo quien le contradiga.
Por ello, mejor que un canto laudatorio triste, una elegía, te haga llegar una “eucaristía”; esto es, una acción de gracias, pues te la mereces, amigo incógnito y maestro sencillo. Qué mejor despedida que decirte: ¡gracias! En honor a tu trayectoria, vaya una acción de gracias (una “eucaristía”) como signo de bendición.
Hay fotografías que no necesitan un mundo y que ni siquiera hacen falta verlas veinte minutos para comprenderlas en este país; tampoco es necesario preguntar al público, aunque algunos deban esforzarse por usar un abc como criterio de lo elemental. Tú no te vendiste a nadie ni quisiste ser famoso entre los medios y la política. Antaño dijiste que tu epitafio fuera: “acertó a pintar a Castilla”. En los momentos más inmediatos sólo querías que se te recordara como “buena gente”. Y lo has conseguido entre la multitud anónima y fidedigna del pueblo; y hasta los políticos de diverso signo (prácticamente todos) te han alabado. Perdóname, pero de mayor, a mí me gustaría ser como tú: sincero y a la par –muy a la par, supongo– discreto.
Tu carácter enjuto y seco, hasta que los galenos deformaran tu austeridad vital, nos ha mostrado una persona, un paisaje, un paisanaje y una pasión. Tu amplia y bella obra nos lo ha evidenciado, y nos quedará como memoria viva. Los críticos literarios dan fe de ello. Sin embargo, yo prefiero quedarme con tu persona y tu pasión por las personas y la naturaleza que nos has mostrado en todo tu vivir y escribir.
Unos hablan de caza, otros de narrativa; los hay que recuerdan tu trayectoria periodística que integró a los más diversos y dispares discípulos en torno al Norte de Castilla. Y que te llevó, aquel año de 1963, a “abandonar” (que eufemistas son las dictaduras) El Norte de Castilla por razones inconfesadas, pero poco aireadas, de un hombre sincero consigo mismo a favor de la libertad y la pluralidad.
Hoy, con cierto rubor confidencial, me atrevo a contar dos anécdotas. Seguro que tú no las recuerdas; tampoco te culpo. La primera es que tuve la suerte de celebrar contigo una eucaristía en Covanera. Como siempre, tú con los tuyos, tu entrañable familia, fuisteis allí un domingo cualquiera estando en Sedano. Con discreción, entrasteis comenzada y os fuisteis nada más acabar; no os quedasteis ni para saludar al cura, que incluso aludió de modo muy remoto a alguna idea bastante arraigada en vuestro corazón. La segunda, de forma casi anónima, es que te envié una carta, porque entonces estaba intentando hacer un trabajo de investigación sobre la religiosidad popular castellana en tu obra. Aún guardo tu contestación, breve y enjundiosa, de puño y letra, animándome a ello y ofreciéndote a ayudar en lo que hiciera falta.
Tú siempre pusiste tu vida a favor del humanismo (cristiano). Para algunos, un poco pánfilos, tus obras sólo son narraciones de la Castilla de antaño. No se dan cuenta que con ello querías sacar del abandono a una humanidad (castellano-universal), pródiga de nuevos valores. Tu pluma y tu palabra salieron en nombre de la libertad, en defensa de los más desfavorecidos, de los niños y adolescentes olvidaos, de las mujeres orilladas… y siempre sin movérsete un pelo, y desde la comprensión y la tolerancia. Eran Viejas historias de Castilla la Vieja donde se contaban las Guerras de nuestros antepasados, pero que tenían y siguen teniendo su qué.
Hoy, atacado un poco por el catarro me gustaría poder ver, reconozco que es más cómodo que la lectura pausada y placentera, la película del Disputado voto del Señor Cayo. Y no sé si la fiebre me ataca en exceso, pero aún me agradaría más que la vieran y asimilaran –porque no creo que la lean– aquellos politicuchos de tres al cuarto que quieren seguir mangoneando caciquilmente nuestros pueblos, que “harberlos haílos”, aunque gracias a Dios los menos. Y todo ello lo orientabas desde una perspectiva realista y armoniosa con la naturaleza. Ojalá aciertes, porque si no también yo tendré que decir: “que paren la tierra, que quiero apearme”.
Una vez ya con La Mortaja seguro que estás disfrutando del Último coto. Como habías escrito, “si la muerte es inevitable, ¿no habrá sido preferible así?”. Tú lo sabías hace tiempo, y hasta lo deseabas y esperabas porque sabías mucho de la vida. Seguro que tu anhelo se ha colmado. Has vivido la fe del carbonero (como tantas veces decías), has caminado en tu biografía con una profunda humanidad. Aunque también es verdad que te resultó casi insoportable la partida de Ángeles, tu amiga, tu amante, tu amada, tu esposa, a quién escribías las Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso y que retrataste lleno de ternura como Una Señora de rojo sobre fondo gris. Apenas entiendo de arte, pero –como alguien ha señalado– ojalá la fusión entre el rojo y el gris os conceda en la nueva creación un azul celeste muy intenso y para siempre.
Por todo ello, para ti esta eucaristía desde Quintana del Pidio, villa muy cercana a la Granja de Ventosilla, donde tantas veces viniste a disfrutar. D. Miguel Delibes, admirado e incógnito amigo y profundo maestro de humanidad: ¡muchas gracias!
ROBERTO C. P.