Hoy, jueves veinte de enero, acabo de recordar que es la noche de San Sebastián y como manda la tradición en Quintana del Pidio hay que ir a casa del Mayordomo de la Cofradía a recoger la colación, es decir: el panete, las aceitunas y el vino, manjares con los que se “reconforta” a los cofrades cada noche del veinte de enero.
La noche pasada no heló y según la tía Constanza, que sacaba el orinal al balcón cada madrugada del veinte de enero, y si no se helaba el “líquido” todo era síntoma de buenos augurios para la vida en una comunidad campesina como la que conformaba su vida y la de su familia: no se helarían los viñedos ni los frutales ni los aún incipientes cereales en proceso de siembra o germinación.
Además la noche pasada ha coincidido con la luna que ha entrado en fase de luna llena. Las informaciones meteorológicas de la AEmet (Agencia Estatal de Meteorología) pronostican una bajada de temperaturas para esta noche y las siguientes (¡Pobre tía Constanza, si levantara la cabeza y además tuviera wifi en casa en vez de tener que sacar el orinal al balcón!).
Y ya que he hablado de San Sebastián y de la colación y de las heladas de enero y de la tía Constanza y de la luna de enero, cada recuerdo o cada tema me ha llevado por senderos anchos y ajenos que intento reflejar a continuación.
LA COFRADÍA DE SAN SEBASTIÁN EN QUINTANA DEL PIDIO
Unos alimentos tan comunes -como son el pan, el vino y las aceitunas (antiguamente fruta, pan y queso)- se pueden convertir casi es un «manjar de dioses» por una noche. Su sabor tiene algo especial: «son del Santo», «son de la cofradía». Apenas se conserva este rito. Ya se perdieron en el baúl del olvido las encomiendas, obligaciones y momentos lúdicos que la villa de Quintana del Pidio (al igual que otros múltiples pueblos) fue configurando en una difícil –pero real- mezcolanza entre lo privado y lo público, lo social y lo religioso, el trabajo y la fiesta… (Cuadernos del Salegar)
Capítulo 91: REVOCAZIÓN/ I porque antiguam<en>te era costumbre que los/ confrades se juntasen el día de san Sebastián i el de el Apóstol Santiago a comer juntos en/ (Fol. 6r.) las cas[as] de el conçejo i hauerse quitado más a de/ diezi-ocho años, queremos no aia gastos de comi/das en tiempo alguno; sólo es nuestra uoluntad: las uísperas de los Santos a cuia honra está fun/dada esta nuestra confradía, i el día de el nom/bramiento de ofiziales se dé una colazión/ muy deçente a los hermanos de fruta o pan i/ queso a la uoluntad i disposizión de el cura i abbad/ i maiordomo, i ningún confrade se quexe ni al/tere contra dichos abbad i maiordomo pena/ de quatro reales; i siempre se tire a que sobre/ de el ualor de la media cántara de uino para/ más aumento de la confradía./ Cofradía de Santiago y S. Sebastián, de Quintana del Pidio. Ordenanzas y cuentas antiguas. 20. Julio. 1702.
LAS HELADAS DE ENERO
La semana de los barbudos es aquella semana de enero reputada como la más fría del año y en cuyo santoral figuran los santos de más fluentes y copiosas barbas y de una ancianidad más respetable. Cabe, desde luego, discutir si esta semana es ineluctablemente la más fría del año. No hagan ustedes caso de la metereología y de sus profecías, sin embargo. Sabemos que en invierno hace frío y que en verano hace calor aunque muchas veces todo hace suponer que lo ignoramos. Lo que por el momento no podemos hacer es localizar, en forma de profecía, las máximas y mínimas de temperatura sobre porciones de tiempo determinado. Años ha habido en que la semana de los barbudos ha sido la mejor semana que puede ofrecernos el inhospitalario enero. Otros años ha sido, en efecto, la más fría del año. Ignoramus, ignorabimus… Lo que en todo caso es indiscutible es que cuando llegamos a la semana de los barbudos aparecen en el santoral unas figuras de mucho pelo, cargadas de años aunque no de decrepitud, porque los santos pueden ser borrosos y difuminados pero nunca decrépitos. Rompe la marcha San Pablo, primer ermitaño; le sigue San Antonio Abad; continúa la procesión San Fructuoso con sus diáconos y cierra el cortejo San Vicente, que es el más peludo de todos. En la semana hay, desde luego, más barbudos; pero éstos son los más importantes y los más conocidos. (Josep Pla, Las horas)
LA LUNA DE ENERO
¿Es usted capaz, amigo, de sentir los efectos de la luna?
—La luna, mi querido señor, ha pasado de moda como las mangas de pernil y los cuadros de Tamburini, y aunque uno viva fuera de las luces y colores del tiempo, queda uno influido por estos movimientos. Sin embargo, en mi juventud la luna tenía todavía una gran fuerza sentimental y era un astro importantísimo. Los poetas malos, sobre todo andaluces, hicieron mucho para desacreditar el satélite. La luz de la luna nos inundó de ramplona cursilería.
—Muchos poetas, en efecto, antiguos y modernos, han estado bajo el influjo de los efectos de la luna o han considerado que positivamente el tema valía la pena. Sin embargo, pocos han llegado a formular algo concreto. Al parecer, el tema tiene sus pelendengues. Más afortunados han sido los músicos. El «Claro de luna», de Beethoven, sobre todo en invierno, después de una cena sencilla y substanciosa y en una habitación bien templada, con una compañía hospitalaria, es de efectos absolutamente seguros. Y los «Nocturnos» de Chopin son, a mi entender, nocturnos con luna y, concretamente, con luna de invierno.
—¿Hace usted distinciones en lo que a la luna se refiere?
—Sí, señor. Yo soy un entusiasta de las lunas, de los cielos de invierno. Son cielos rutilantes, de una limpidez, de una tersura metálicas. Las lunas, en invierno, participan de estas calidades y tienen una luz fuerte. La luna de enero es la más clara del año y convierte el paisaje en un sueño. ¿No ha visto usted, en enero, una tapia blanca tocada por la luna, un caserío, una masa arbórea inundada por la luz del satélite? En esta época, la luna da a todo lo que toca un aire de misterio y parece aumentar en grado patético el silencio de las noches. Es por aquellos días que los perros, en el campo, ladran horas y horas, y ahora le voy a decir por qué los perros ladran sin causa conocida, en las noches a que hago referencia. En mis paseos nocturnos de invierno, me encontré una noche con un perro que ladraba lastimosamente y daba unos aullidos largos y tristes. (Josep Pla, Luna de enero)
Y sobre la luna también quiero «apropiarme» del vídeo de esta entrada de un blog amigo: MI GATO CALCETINES