Llegan los carnavales, por ello recupero algunos fragmentos de Cuadernos del Salegar (1996) en los que recogíamos la tradición carnavalesca en Quintana del Pidio. Cito textualmente:
Según nos han narrado, en Quintana estaba la Semana de todos (para preparar los disfraces), el Domingo Gordo o de Carnaval (los mozos mataban el lechazo por la mañana), Lunes (para ir pidiendo por las casas) Martes de Carnaval (celebrar las meriendas) y Miércoles de Ceniza (entierro de la sardina).
Desde un punto de vista social lo que imperaba en estos días era un desenfreno de hechos y palabras; así, la inversión del orden normal de las cosas tenía un papel primordial en la fiesta. Quedaba claramente expresada la alegría oficiosa frente a la tristeza obligada del Miércoles de Ceniza.
Con esmero y antelación se preparaban los disfraces, que servirían para dar colorido al ambiente. Las mozas procurarían ir de Serranas o con vistosos mantones de manila; todos, en fin, sin saberlo o conociéndolo, querían aflorar esos deseos e ilusiones confesadas o inconfesables que latían en lo más íntimo.
Otro aspecto típico de nuestro pueblo era «echar pegas». En el fondo, responde a esas licencias lúdicas que permitían estas fechas y que en otra ocasión podrían ocasionar conflictos de convivencia. Consistían sencillamente en llamar a alguien y según fuera su respuesta, si ésta era afirmativa se le exclamaba:
«Si no hubieras hablao
no te la hubiera pegao;
¡eh, eh, que te la pegué!»
Si no contestaba:
«A los sordos, cagajones gordos;
cuanto más sordos, más gordos;
!eh, eh, que te la pegué!»
Y en ambos casos, a coro y al final, se cantaba:
«ésta no es pega, ni peguete,
es un cuerno que se mete por el ojete».
Junto a ello, eran típicas las meriendas. Los mozos, en la bodega (incluídos almuerzo y comida), las mozas en alguna casa vieja; y los niños en el hogar de quien correspondiese por azar (se echaban las cartas y a quien le llegara la Güeva -as de oros de la baraja-). Especialmente entre los jóvenes iba unido al pillaje: robar gallinas, pollos o conejos, quitar la merienda a las jóvenes… junto con los corderos que se mataban para tal ocasión. Todo estaba permitido, aunque desagradase. Los chicos iban pidiendo por las casas; se admitía cualquier donativo, pero se solía corresponder con patatas, huevos y chorizos; cuando no llegaba, se ponía a escote en especie.
Era todo el pueblo solidario en la fiesta. Y por ello, se contrataba música para el baile. Solían ser tres días (domingo, lunes y martes de Carnaval). «Es que antes había mucha más diversión sana y fiestas que ahora», se nos ha dicho. Algún año se contrató a los Anises de Mecerreyes, y si no, a los del pueblo: los Cacivas o Quiacivas, esto es: los difuntos Eloy, Esteban y Diego. En sesiones de mediodía y noche
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