¿De dónde nace la llamada de la tierra? Me refiero a esa tendencia que tenemos, en días perfectos y armónicos, a aproximarnos a ella, a cuidarla, a entreabrirla. ¿Qué originario misterio es sumergir nuestras manos en la tierra blanda y fértil? ¿Reconoce el cuerpo en ella a la madre primera? En el día en plenitud, las manos buscan en la tierra el vacío y la fertilidad, la nada y el todo. Y ese gesto reconforta y sana, porque unifica los contrarios. (A. Colinas, Tres tratados de armonía)
Esta reflexión de Antonio Colinas me reconforta y me resulta muy cercana en estas fechas en que comienzo las labores hortícolas.
¿Horticultura biológica? ¿Ecológica? ¿Orgánica? ¿Biodinámica? ¿Natural? Son denominaciones que, en gran medida, obedecen a un modo muy similar de entender y cultivar el huerto. Por ello yo prefiero hablar de horticultura tradicional, la horticultura que en los huertos de las riberas del Gromejón se ha transmitido y practicado, generación tras generación, durante siglos, como un medio más de vida entre las familias del campesinado de la comarca.
A partir de mediados de abril se incrementan las labores hortícolas en las riberas del Gromejón. Los huertos son muy agradecidos, aunque no lo percibe así el refranero popular:
Si quieres a tu marido muerto, cómprale un huerto.
Si quieres vivir sano, no hagas tu cuerpo hortelano.
Desde el día veinte de abril, que el sol entró en signo de tauro y la luna inició su fase descendente, han sido días idóneos para iniciar un nuevo ciclo hortícola al ritmo que marca la naturaleza: laboreo del suelo, plantación de semilleros, abonado…, y volviendo al refranero:
Antes fiarás del terrón que del señor