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Hablamos por teléfono el veintidós de agosto, dejabas el hospital, “nada, una nimiedad”, me dijiste. Como siempre, rebosante de vitalidad. «Aunque he faltado este agosto a mi encuentro con vosotros, en septiembre, volveré a Quintana y nos tomaremos unos vinos».

Y, sin embargo, me dejaste esta tarde de septiembre
Sin despedirte
Sin despedirme

Y te escribo para no olvidarte

Estoy solo bajo el salce
Con un gintonic en la mano
Con el sabor
Amargo del bifíter y agrio de los limones

¿Te acuerdas de los últimos veranos?
¿De otras noches de agosto?

Caminamos juntos durante muchas tardes
Del mes de agosto augusto y lento

¡Aunque nosotros preferíamos las noches!

También en un agosto se nos fue el tío Tomás
Pero la vida, a pesar de su perversidad,
Continuó
Ya no fue igual, sobre todo para ti
Y aunque, huérfanos, tú y yo, aguantamos otros agostos
Disfrutamos de la conversación
Compartimos y saboreamos recetas de cocina

Recuerdo que bajo el salce del jardín te deshacías
En elogios de cualquier menú
Estábamos juntos
Y nos envolvía su sombra
Y una brisa cálida y suave

Salce

Recuerdo que bajo el salce del jardín…

Otro agosto más lejano, recién llegado a tu nueva casa,
Te reencontraste con tu hermana
Y renacisteis a una vida nueva
Y tras la soledad de algunos años
Volvió a resurgir tu amor
Como brotan las fuentes tras la sequía
Donde menos se las espera
Eran las fuentes de tu infancia
Con nombres que recordabas y que fuiste recorriendo
Con los mismos ojos
Que vieron la luz primera en estos campos
Y reconociste cada sendero
Cada huerto
La higuera del abuelo Genaro
El palomar de La Cuesta
El colmenar de La Romera

Y recorriste el campo y los viñedos
como si pasaras las yemas de tus dedos
por el cuerpo de una nueva enamorada

Y en el manantial sereno de la edad madura
Agosto tras agosto
Envuelto entre la salvia y el tomillo y el romero
Amaste de nuevo
Y olvidaste los caminos
Ásperos y polvorientos
Como álamo o encina que recibe el rayo amargo
Tu vida era un nuevo río cuyas aguas
Removían la sangre de tus venas

Volviste a los caminos
Caminos de tu infancia
La ermita de San Juan, el roble de Olmedo
Las ruinas de Santa Marina de Revilla
El río Gromejón y sus molinos

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Volviste a los caminos
Caminos de tu infancia
el roble de Olmedo…

Mientras, en los atardeceres, recorrimos senderos
Entre viñedos que peinaban las laderas
O en noches despejadas
Contemplábamos la infinitud de las constelaciones

Y en esta tarde de septiembre
Me duele que no me duela inmensamente más tu ausencia
Que el dolor no me hiera hasta sangrar
Ni que tu recuerdo me entregue al llanto

Pero nos queda el consuelo y la esperanza y la alegría
De creer
Creer que en la vida es todo como tú
Río caudaloso de vitalidad
Sentir que nada se acaba
Brisa que llega cada verano
Y diluirnos en una noche estrellada

A Mauri

Siempre con la sonrisa en los labios

Te has ido esta mañana soleada de noviembre
Hoy amaneció un día frío
Pero el sol de mediodía ha roto
el hielo de la madrugada

Dolor de madrugada roto por tu sonrisa
Tu sonrisa cálida
Tu sonrisa dulce

Tarde de noviembre con los avellanos en flor
Penetran entre sus hojas
Oro y luz
Los últimos rayos de sol
Cuelgan de sus ramas los pendientes que serán
Fruto el próximo otoño

– ¿Puedo coger las avellanas que caen al suelo? Me dijiste

Y ya ves, la helada de abril se llevó todos los frutos
No era este un buen año para la esperanza
Esperanza a la que nos agarrábamos todos
Y tu vida se te ha ido entre las manos

Tarde de luz
Tarde otoñal
Tarde de este once de noviembre
Tarde que se resiste a apartarse
Tarde en la que nosotros negamos
Tu partida
Y el sol, antes fuego, anuncia
Que llega la noche fría
Que llega la noche helada

Y este mediodía por ti han sonado las campanas

Pero tú regresarás cada otoño
Cuando brote la flor del avellano
Cuando en busca de la luz
Cuelguen sus pendientes

La luz de esta tarde de noviembre
En la que te has ido
Con la sonrisa en tus labios

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Cuelgan de sus ramas los pendientes…

Palabras de Jesús Herrero, director del IES Vela Zanetti, en nuestra despedida. Gracias, Jesús.

Me gustaría dedicar, no tengo duda alguna que en nombre de todos, unas palabras a Juanjo y a Lobo. Unas palabras no tanto de despedida como de agradecimiento, reconocimiento y sobre todo admiración.

Reconocimiento y agradecimiento por toda una vida dedicada a la enseñanza que, podéis estar seguros, nos sirve de inspiración a cuantos hemos tenido el honor de compartir alegrías y sinsabores con vosotros.

A lo largo de todos estos años habéis contribuido con vuestra dedicación, y diverso buen hacer, a realzar los grandes valores propios de nuestra profesión y nuestro querido centro. Habéis hecho gala de cualidades que os acreditan como excelentes profesores, grandes compañeros y excelentes personas. En vosotros, en fin, reconocemos las cualidades personales y profesionales que engrandecen y prestigian socialmente nuestra profesión.

Quiero deciros, en nombre de todos, que debéis estar orgullosos de la fructífera carrera profesional que ahora culmináis y que comenzasteis vocacionalmente allá por los años ochenta. A lo largo de ella habéis dejado huella, no solo en todos los alumnos que por vuestras clases han pasado, sino también en todos aquellos que hemos tenido el placer de conoceros y trabajar con vosotros.

Ambos sois modelo de compromiso con vuestra tierra, en sentido figurado y también en el literal. Así lo atestiguan los productos de la tierra con los que nos agasaja de vez en cuando Lobo o el hecho de que cuando alguien habla un rato con Juanjo, gran conocedor de plantas y bichos, dicen, al final uno es capaz de situar a su querido Quintana del Pidio en el mapa, a diferencia, según su queja, de muchos cartógrafos.

Debéis estar orgullosos, y nosotros queremos reconocer, además del compromiso con vuestra tierra, el compromiso que habéis demostrado con el instituto y con una educación innovadora, en libertad y, sobre todo, cercana, trabajando por transcender vuestra asignatura y por llegar a la persona que es cada alumno.

Debéis estar orgullosos, y nosotros admiramos, vuestro amor por las letras. En su vertiente de creación literaria en tu caso Juanjo y en la, por todos conocida, teatral, de Lobo. En ambos casos, esa pasión por las letras nos permite vislumbrar vuestra calidad intelectual y personal, referente y estímulo para muchos de vuestros compañeros y alumnos.

Emprender nuevos caminos siempre implica una despedida. Queremos desearos de corazón que en esta nueva etapa de vuestra vida tengáis mucha salud y felicidad.
Como se suele decir, nadie es imprescindible, pero sabed que dejáis un hueco en el Vela Zanetti y en muchos de nosotros que será difícil de llenar. Es seguro que vuestros alumnos siempre os llevarán en un rinconcito de su corazón y con el paso de los años os recordarán además de como grandes profesores, como excelentes personas. 

Recogiendo un verso del blog de Juanjo, por nuestra parte, nosotros, vuestros compañeros os podemos asegurar que:

“Aunque os hayáis ido nunca os iréis de nuestro corazón”.

 

En un viejo país ineficiente,
(…) en un pueblo junto al mar,
poseer una casa y poca hacienda
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
y vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia.
(Jaime Gil de Biedma)

La última entrada que publiqué en este blog fue hace cuatro años y medio. Fue también una despedida, la de mi padre. Hoy vuelvo a publicar un nuevo post con motivo de otra despedida.

Recuerdo que cuando cumplí los cuatro años acompañé a mi abuelo Constancio para hablar con el maestro del pueblo. Finalizaba junio. Mi abuelo quería que cuando comenzará el próximo curso asistiera a la escuela. Don Cervantes, así se llamaba el maestro, puso reparos para que me incorporara en septiembre porque no había suficientes pupitres en la escuela de niños. Al final, como don Cervantes subía frecuentemente a probar las cubas de la bodega de mi abuelo, accedió a que asistiera a la escuela con la condición de que llevara mi propia silla.
En una escuela desvencijada, con estufa de serrín, cristales rotos y leche en polvo de la ayuda americana para los recreos, aprendí a leer.
Con nueve años mis abuelos paternos y un tío cura me llevaron a Ibrillos, pueblo limítrofe con La Rioja y cercano a Santo Domingo de la Calzada. Recuerdo que aunque era “de pueblo” me sorprendió este pueblo. Las calles llenas de barro, sin agua corriente en las casas, colas en la fuente de la plaza para llenar cántaros, calderos y botijos. A los pocos meses nos abandonó la maestra. Fue un día frío de febrero y sin saber el motivo llegamos hasta el verano sin tener escuela. Sin duda eran otros tiempos, no había lista de interinos.
Aún así, durante aquellos meses, recibí una educación muy provechosa. Con Araceli, Gonzalo y Carlos recorríamos el curso del río, saltábamos las tapias de las huertas, conocíamos donde tenía su nidal cada gallina que andaba suelta por el pueblo y éramos los que más nidos nos aprendíamos.
Aquella etapa educativa nos marcó. Fue nuestra etapa “rusoniana”. Fueron unos meses en los que como el Emilio de Rousseau nos educamos en la escuela pedagógica de la evolución natural. Quizás sin saberlo aquí comenzó mi educación y admiración por la pedagogía de la Escuela de Summerhill. Gonzalo es Inspector de Hacienda, Araceli dermatóloga y Carlos oncólogo.
Mi tío, el cura, quizás pensó que dada la experiencia y calidad educativa de mi etapa riojana, Ibrillos era un pueblo abierto hacia La Rioja, tenía que ingresar en el seminario de Burgos. Allí cursé el bachillerato y dos años de filosofía. En el seminario jugábamos mucho al fútbol, comíamos muchos garbanzos y teníamos muchas horas de clase y estudio. En esos años, jugué como titular de las distintas categorías (alevines, infantiles y juveniles). En infantiles quedamos campeones provinciales y deberíamos haber asistido a la fase nacional que se celebraba en San Sebastián, pero éramos adolescentes y nuestros “educadores” decidieron que no asistiéramos a San Sebastián no fuera que “perdiéramos la vocación”.
Otro deporte que me gustaba era el atletismo aunque era un deporte menospreciado en aquellos años, ¡donde estuviera el fútbol! En cierta ocasión fui a correr la prueba clasificatoria de los 1500 metros. Nuestro profesor de gimnasia, así se llamaba entonces, era de la Falange Española de las Jons e impartía clases en un instituto de la ciudad. Un día antes preparamos “la estrategia” de la prueba de cara a la final. Me aclaró que un alumno de su instituto estaba mejor preparado para la prueba, por lo que debería ayudarle en la carrera. En la primera vuelta íbamos a la par y en el grupo de cabeza. A medida que avanzaba la carrera nos íbamos descolgando del grupo de cabeza, así que tomé la decisión de tirar, pero mi compañero se iba quedando atrás. Alcancé al grupo de cabeza, lo rebasé y llegué con ventaja a la meta. Cuando me acerqué a mi profesor recibí una espléndida bofetada. Mi “soberbia” fue castigada, no pude asistir a la concentración nacional de atletismo. Quizás porque corriera peligro, una vez más, mi vocación.
De mi etapa en el seminario tengo muy buenos y felices recuerdos, amigos, profesores… Por cierto, este mes de septiembre, cuando ya esté oficialmente jubilado, celebraré con mis compañeros seminaristas las bodas de oro, cincuenta años desde que comencé primero de bachillerato con diez años. Por esos años se celebró el Proceso de Burgos contra dieciséis miembros de ETA. Don Marce, el profesor de Formación del Espíritu Nacional nos educaba sobre esta organización. Nos dijo que querían envenenar el agua del depósito de suministro de la ciudad y volar la catedral. Nosotros nos lo creíamos y rezábamos. Tres años después, cuando ya estábamos soñando con la Navidad nos enteramos de lo de Carrero Blanco.
La vocación creo que la perdí o ella me dejó a mí cuando tenía diecisiete años. Sin saber qué hacer ni que rumbo tomar, quizás no fui convenientemente informado por el Equipo de Orientación de mi colegio, decidí trasladarme a Madrid porque allí estudiaba periodismo Arsenio, mi mejor amigo en la etapa seminarística. Llegaba a Madrid con todo el bagaje formativo y educativo del Seminario. Era septiembre del año 1975. Tenía que comenzar COU, aunque ya había realizado dos años universitarios de Filosofía. Vivía con mi abuela materna en un piso de la calle Cristóbal Bordiú, entre Nuevos Ministerios y Cuatro Caminos. Recorrí los institutos céntricos pero ya no había plaza en ninguno de ellos. Así que tomé la línea uno del metro (Plaza de Castilla-Puente de Vallecas, por entonces) en Ríos Rosas y me presenté en el instituto Tirso de Molina, junto al estadio del Rayo Vallecano. Aquí pude matricularme en COU, aunque en horario nocturno.
Recuerdo que era en uno de octubre, por la mañana. Caminando hacia Cuatro Caminos oí unos sonidos secos y vi a un joven que salía corriendo, cuando doblé una esquina me encontré con un “gris” (policía) tirado en el suelo. Esta fecha es la que dio nombre a los Grapos (Grupos Antifascistas Primero de Octubre).
Terminado COU, con palabras de Gabriel García Márquez, finalizó esa etapa en la que «fui feliz e indocumentado», inicié los estudios de Filología Hispánica en la Complutense…………………………………………. Pero estos ya fueron otros años.

 

 

Elegía a MP

1. Verano (2012)

            En junio yo estaba contemplando tu río;

yo creía vivir, pero estaba soñando

(a orillas de tu río, entre unos álamos),

sobre el ser que no somos, sobre la mala muerte,

esa que aún permite creer a los humanos

en el don que supone respirar,

en la ebriedad del canto,

en la alianza que establece amor.

            Pasaba el río (lámina de fuego)

y daba su energía a la piedra verdosa,

y la piedra engendraba tiempo eterno.

Pero el milagro de la tarde era

tu palabra en el aire, otro fuego

ya de todos, o acaso una luz

musitada, murmullo en labios del ocaso.

            Como el agua del río, de tu río,

tu palabra era música en las venas

(discurría sin llanto),

tu palabra era brisa de encinar en las sienes.

Y el verso el son del corazón del mundo.

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*******

2. Noviembre (2012)

En el camino sin camino

            Nunca te irás de aquí, aunque te hayas ido.

Siempre serás, encina, perdiz,

roble, vid o piedra eterna,

aunque, en apariencia, tu cuerpo

siga en ese camino sin regreso,

siga en ese camino sin camino.

            Aunque te vayas y aunque no regreses,

y sientas muy despacio la asfixia de los años,

tú has sido y serás ese chopo que tiembla

al borde de tu río

y de noche acaricia estrellas.

            Aquí, en esta ladera, con nieve o sin nieve,

está cuanto un día alcanzaste,

por más que el tiempo hoy pase

como el arroyo que murmura lejos,

desgastando rocas, arañando zarzas,

abismado en fuentes.

            Nunca te irás de aquí, aunque te hayas ido.

Siempre serás rumor, vuelo de pájaro

del monte hasta los viñedos,

de la umbría a la luz.

Siempre serás algo más que el racimo rojo

que brilla y que madura

anunciando los atardeceres del otoño.

            Sé que jamás te irás de estos viñedos.

Y que aunque te hayas ido

algo habrás de llevarte de este paraíso

contigo a otra parte.

¿A dónde?

                        No lo sé.

*******

3. Diciembre (2012)

            En diciembre, casi sin desearlo,

me encontré  en La Cortina contemplando

un atardecer que se consumía

-de horizonte a horizonte con

la lentitud de un cálido rescoldo.

            Ahora ya es de noche

y arriba todo es cielo

y abajo todo es mar de tierra parda

y aquí, a mi lado, sólo hay una encina

vieja y negra, enorme y grave.

            ¿Qué podría yo hacer

con esta encina-madre, con esta compañera

de grandes brazos negros, de grandes brazos duros,

con este candelabro de velas apagadas?

¿Comeré de sus frutos más amargos?

Y, si tiendo los brazos, ¿sentiré cómo hiere

su hojarasca de escarcha?

¿Palparé la aspereza de su robusto tronco,

que más parece el lomo

de la bestia de un apocalipsis?

            He venido a cobijarme

bajo la doble noche de la encina

porque era mucho el frío que desprende

el manto de esta tierra tan inmensa.

Me inquietaba también un vuelo de lechuza

en torno de la ruina de un palomar.

(Sospecho que mis ojos pueden ser el aceite

que el ave busca con inquietud

en el centro del páramo.)

            Así que me he quedado a solas y vacío

de cuanto se hace o dice en este mundo,

pero lleno del silencio más blanco

que reinó en la primera noche del planeta.

Los pies ya se han callado

sobre el crujido de la tierra helada.

La boca sólo puede morder la tierra.

Los ojos, húmedos y extraviados,

ya no persiguen constelaciones

y dudan de si son astros o agujas

lo que cae de allá arriba, entre las ramas.

            Con la idea del amor

(ese otro rescoldo que siempre llamea

en el pecho de los soñadores),

me caliento y espero,

voy pasando la noche

hasta que alba o muerte

sellen esta soledad infinita.

                      

  (Textos adaptados de varios poemas de Antonio Colinas)